Peñalosa: ¿un político despolitizado?

Hace días en el debate Bogotá desde el Centro, realizado en la Tadeo, cuando se dio la discusión sobre el modelo público Bogotá Basura Cero propuesto/impuesto por Petro, Peñalosa, con el espíritu retador impostado que tiene ahora, le dijo a Maria Mercedes Maldonado que era necesario dejar de tomar decisiones cargadas de ideología, pues era claro que las empresas privadas hacían bien su trabajo y otorgaban más beneficios a la ciudadanía que las públicas. El auditorio casi aplaude pero Maldonado, palabras más o menos, lo interrumpió y respondió así: “hay programas públicos muy exitosos también. El punto es saber escoger cuándo deben ser privados y cuándo públicos. ¡Porque creer que todo lo privado funciona mejor, también es ideología!”. Sólo unos diez aplaudimos. Yo incluso me reí. Tal vez fuimos los únicos que vimos a Peñalosa empeloto, sin el manto gerencial de asepsia política que con tanto esmero ha venido construyendo por años, y con la ideología expuesta y arrugada.

Así es: en Peñalosa habitan ideologías y es apenas obvio. La política puede entenderse de muchas formas. Para mí trata del ejercicio de tomar postura frente a la forma de operar la realidad en función del colectivo. Esas posturas, a su vez, tienen tintes ideológicos que, dependiendo del carácter del político, son llevados o no a cuestionamiento. Pero Peñalosa insiste en que se puede hacer política sin necesidad de tomar una –o cuando menos, de mostrarla- y los ciudadanos parecen creerle porque, a la larga, él es un gerente.

Sí, le creemos a los gerentes. Total, en una sociedad donde lo económico prima y la corrupción nos mantiene desangrados, una buena administración y gestión es lo anhelado. Pero me antoja delicado creerse el cuento de que un gerente político puede ser tan aséptico.

La prueba está, precisamente, en el tono altanero que ha adoptado Peñalosa –y que pareciera sugerido por JJ Rendón- sobre todo cuando de encarar a la izquierda se trata. No voy a defender las embarradotas de Petro, pero salta a la luz la actual inclinación política de Peñalosa cuando lo ataca –y de paso a toda la izquierda- con los argumentos de las ideologías, el populismo y la politización de sus programas. A caso qué carajos esperaba que pasara: ¿que la izquierda dirigiera sin sus máximos estandartes izados? ¡Desde luego que no es posible! Si quiere tachar esas iniciativas de populistas, por ejemplo, es problema de él –yo, por mi parte, creo que un MBA y la gerencia misma son formas de populismo de derecha patrocinadas por el status quo– pero es apenas obvio que las políticas de la izquierda apunten hacia allá.
¿Qué es lo curioso? Que esa ha sido históricamente la estrategia de la derecha en todas sus posiciones –centro, extrema, media punta, volante…- frente a la izquierda: desprestigiarla con los mismos argumentos.

Sin embargo lo más impresionante es la acogida que su forma de despolitizar –desacreditar la potencia política del Otro, según Žižek- tiene en sus seguidores, que hoy parecen convencidos de que los programas de una administración deben ser desprovistos de postura política. Eso, particularmente, es lo que me preocupa.

Bogotá en este momento está viviendo una polarización bárbara. Yo diría que el 50% es culpa de la arbitrariedad de Petro, pero el otro 50% se lo adjudicaría a la capacidad de sesgar la discusión de los distinguidos dirigentes opositores de derecha, incluido, desde luego, el actual Peñalosa -que hoy está a la derecha pero mañana quién sabe-, mediante la estigmatización de la izquierda a punta de calificativos que históricamente se convirtieron en despectivos, pero que gravitan en ambos hemisferios políticos porque le son propios: populismo, ideología, politización.
Es así como los hoy votantes de Peñalosa han adquirido un discurso pseudodespolitizado que les impide ver cómo navegan en las aguas de la incertidumbre política, pero siempre con sed de acabar con los “populistas”, “politizadores” e “ideologizadores” (AKA mamertos).

Ahora, una cosa es tratar de despolitizar al otro –que ya es un clásico-, ¿pero intentarlo con uno mismo? Peñalosa definitivamente es un sujeto especial.
Es válido intentar despolitizarse –está en la libertad de todos-, sobre todo cuando uno necesita tachar al Otro de politizador y de añadir que eso es gravísimo. Lo curioso es que, en política, eso es sencillamente imposible e ingenuo. ¿Qué sucede si renuncio a mi postura política? Que habrá alguien o algo que llene mi postura por mí (como cuando uno no ha pensado por quién votar y le pregunta al papá, al tío, al amigo, que le recomiende alguien). Y en el modelo económico nuestro y en el ambiente de La Política, o lo llena el sistema por defecto -que sabrá hablar por mí- o cualquiera de los lagartos ávidos de poder que ven en una figura pública con el poder de Peñalosa un jugoso bocadillo. A saber, los delfines Galán y Vargas Lleras, principalmente. ¿Que el apoyo de Mockus? ¡Ja! Ya quisiera uno tener a un gerente despolitizado como Peñalosa operando para las ideas de un visionario como Mockus (no, lo de Mockus, a mis ojos, no es más que un descache enorme al intentar dar un noble ejemplo de reconciliación. Como dice quien fuera mi candidato al inicio de las campañas, Carlos Vicente de Roux, “es como si yo fuera a pedir el apoyo de Petro para dar ejemplo”, pues para reconciliarse no es necesario estar de acuerdo políticamente ni forjar –para este caso forzar– alianzas). Pero no, Peñalosa no trabajará bajo la influencia de Mockus.

¿Qué ha traído a Peñalosa su forma reflexiva de despolitización? La brincadera de partido en partido y la sed de muchos, de diferentes frentes, de tratar de respaldarlo.

A mí francamente no me preocupa que quede Peñalosa –aunque dudo que sea fácil; no creo en las encuestas-, pues es claro que el tipo puede hacer cosas. Pero sí me afana mucho que su discurso aséptico impregne a tanta gente y que, por ahí, se amplíe el estigma, mortal para una democracia sana, de una izquierda dueña única de la politización, las ideologías y el populismo, y de paso se convierta en tendencia creer que la despolitización es muy cool.

A quien vote Peñalosa no le diré que no lo haga, pero al menos no se despolitice. Al contrario, trabaje en construir postura política, total, como dice mi querido Pablo Calderón, necesitamos ideologías para apuntalar nuestros esfuerzos hacia un proyecto social que consideremos pertinente –sea de derecha, izquierda, centro o lo que venga-, y lo peor que puede pasar es creer que en uno, por su postura aséptica, no existe una. Es un genuino acto de ignorancia platónica.

Por mi parte, yo votaré por la despolarización pues si a Colombia después de Uribe le ha costado tanto conseguirla, no quiero imaginarme lo que pasaría a escala bogotana.

5 thoughts on “Peñalosa: ¿un político despolitizado?

  1. Creo que el problema de su planteamiento consiste en que confunde el término “politizar” con el de “encasillar en un extremo político”. Le pasa mucho a los de planteamientos de extrema derecha o izquierda, pues a cualquier político con ideas de centro lo ven como un opositor. Por eso usted menciona una frase como “la derecha en todas sus posiciones –centro, extrema, media punta, volante…”. O sea, todo lo que no sea izquierda está contra la izquierda y, por lo tanto, es de derecha. Los de derecha, valga decirlo, me dicen guerrillero, Chavista y otras cosas, que es exactamente la misma posición. No es que Peñalosa quiera “despolitizarse”, es que es un personaje con ideas de centro (unas podrían calificarse más de derecha y otras más de izquierda), y lo que pide -lo que pedimos todos los que nos consideramos de centro- es que no nos encasillen con los extremos. No por haberse descachado y salir con Uribe lo volvió de derecha extrema, así como haber sido quien más barrios de invasión legalizó y llevó a condiciones dignas lo hace un castro-chavista.

    1. Saludo, Germán. Mil gracias por comentar.
      “El lenguaje es la manera en que deformamos la realidad”, decía el señor rector de la Universidad de Ibagué. Estoy completamente de acuerdo con él. Por eso aclaro mi noción de politización/despolitización en el texto, total el propósito es que quien me lea, antes de validarme, darme la razón o estar en desacuerdo, sencillamente comprenda desde dónde hablo yo. Es claro que Ud no lo comparte, pero entre personas que procuramos construcción académica, antes de decir “Ud confunde” podríamos decir “lo que para Ud es tal cosa, para mí es otra”. He ahí uno de mis inconvenientes con la academia y quienes hacemos parte de ella.

      Ahora, tal vez si su lectura hubiera sido la que propongo arriba, habría notado que estamos de acuerdo: politizar no es encasillar. Yo no propongo que Peñalosa deba sentarse en un extremo para ser político. Ser de centro es una postura. Lo que me resulta ingenuo es que en el centro -y más en el de carácter gerencial- se suponga que no habita la ideología, el populismo o la politización (de centro son Claudia López, Angélica Lozano, el mismo Carlos Vicente, Antanas Mockus, pero en todos ellos uno puede reconocer la postura política; no procuran valores gerenciales para mostrarse imparciales). Despolitizar es, entonces, tratar de mostrarse intocable por las ideologías políticas, como si los valores gerenciales fueran superiores o, acaso, equiparables, y además utilizar esa falsa imagen para estigmatizar otras posturas políticas. ¿Por qué cito hoy las de izquierda? Pues porque es contra ellas con quienes la ha cogido -sí, con justa razón en algunos casos- pero lo ha hecho desde esencialismos políticos tan populistas, politizados e ideologizados como los que él mismo critica. Por eso lo sumo a la tradición estigmatizante de la derecha sobre la izquierda. La gente le cree a la gerencia de Peñalosa (incluso yo mismo), pero me antoja peligroso difundir la ·verdad” de que allí -y sólo allí- es posible la dirigencia de una ciudad sin tintes políticos. Yo no creo que sea posible.

      Eso sí, me resulta curioso que paradójicamente los electores de centro sigan viendo a Peñalosa como su gran ejemplo, cuando a los ojos salta que está más a la derecha que el mismo Pardo. Creo que, más que verlo en el centro, lo ven como un gerente. Y, a mi juicio, lo uno no es lo otro.

      Saludos.

  2. Cristiam, me parece y acepto la aclaración: No debo decir “usted confunde”, sino ” a usted le parece…”, hace que pase la discusión del terreno personal al terreno de los argumentos.

    Ahora bien, entendiendo mejor su planteamiento, lo que creo es que posiblemente la forma como haya dicho la frase no haya sido la más afortunada o precisa, pero conlleva un planteamiento con respecto a la forma en la que se tomó una decisión clave para la ciudad, en la cual se dejó de lado el análisis práctico y gerencial que debía primar en el alcalde para darle la prioridad a la ideología política (que en mucho considero totalmente anacrónica y que en casi todos los ejemplos mundiales ya se desvirtuó). Es decir, usted puede y debe tener una ideología política en lo que hace como mandatario, pero ello no puede pasar por encima de los análisis prácticos, de la revisión desde la óptica de un gerente de ciudad.

    El resultado lo demostró. Un planteamiento que yo considero enquilosado, sumado a una actitud revanchista y pendenciera (a Petro no le toca impostar eso, a él sí le sale natural…), sin un análisis de gerencia pública, lo llevaron a tomar una decisión terrible, que inundó de basura a la ciudad y que finalmente resultó en un retorno al modelo anterior. Algo parecido le ocurrió a Petro en el tema de TransMilenio, en el cual salió a dar discursos veintejulieros en plaza pública (en este caso en un portal) en contra de los operadores privados, pero en la práctica lo único que terminó haciendo fue beneficiándolos al prorrogar sus contratos sin nada a cambio en contra de los intereses de los usuarios.

    En conclusión, yo interpreto esta frase -no es mi rol corregir lo que Peñalosa haya o no dicho o saber qué piensa o no al respecto- como que un alcalde o cualquier mandatario no puede tomar decisiones aceleradas únicamente bajo la mirada de sus políticas o creencias, o dándole a ella la prioridad por encima de los análisis prácticos, de la revisión de cómo debe implementarse y si es o no viable para la ciudad. Yo habría dicho esa frase como “un alcalde no puede dejar que una actitud revanchista o pendenciera relacionada con sus creencias políticas pase por encima de una revisión juiciosa desde el punto de vista del gerente que como alcalde debe ser”.

    Mejor dicho, como que voy a ponerme a estructurar mi propia campaña política para dentro de 4 años. Cristiam, muchas gracias por la reflexión y el espacio para la opinión!

    1. Ya ve, Germán: estamos de acuerdo en mucho. Yo no escribí esto para defender a Petro, sino para revisar una postura de Peñalosa que me parece peligrosa. Los políticos de estos cargos deben tener algo de gerentes, pero es imposible que un gerente en estos cargos no tengan postura política. Es muy peligrosa esa idea y el tipo es influyente; por eso muchos la creen.
      Por eso escribí, Porque creo, como dijera Mario Jursich, que no necesitamos menos política sino más. La gerencia es un buen camino para derrotar la politiquería, pero también lo es la política misma, lo que me parece aún más importante.

      Qué grato que es conversar con sumercé. La próxima que sea con tinto.

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